Para el amor de mi vida:
No soy muy bueno con las palabras, pero voy a intentar que salga algo. Te voy a contar cómo me enamoré de vos. El primer indicio, creas o no, fue la primera vez que nos vimos. Me subí al auto y vi a esa chica rubiecita, carilinda, con una pizca de maldad en la mirada, y me llamaste mucho la atención. La boina le agregó algo más todavía, que te hacía parecer aún más elegante. De ahí nos desviamos un poco, pero esa parte vamos a omitirla…
Después de que me fui, y cuando volví de Paraguay, siempre me quedó rondando en la cabeza qué habría pasado si en vez de dejarme llevar por lo que estaba pasando, me plantaba e intentaba ir por vos. Entonces, cuando te vi en el gimnasio, después de pensarlo un poquito, me animé a hablarte y ver si de alguna manera conseguía que te fijes en mí. Y la verdad no recuerdo bien cómo, pero logré que aceptes salir a merendar. En ese momento, el cuerpo se me llenó de alegría, casi tanto como cuando me dijiste que sí querías ser mi novia.
Me acuerdo esa vez que viniste en el auto a desayunar mientras yo trabajaba. Me sorprendió bastante que te hayas quedado toda la mañana sabiendo que yo igual tenía que estar haciendo cosas. Pensé que te ibas a aburrir, pero te quedaste. Sentí algo más ahí que me hizo saber que vos eras con quien quería estar.
En fin, creo que me enamoré de vos más de una vez, y cada vez estoy todavía más enamorado. Hasta me gustan tus berrinches a veces, aunque me haga el malo. Pero, ¿qué se le va a hacer? Sos el amor de mi vida, después de todo.